¿Qué le sumamos?

Pues... puro habano. La fruta es exactamente la misma, ciruela pasa y aceituna negra, y los balsámicos, practicamente también. Crece pues en elegancia, y esto ya es bastante.
Maduro en boca, taninos secantes del roble, especias amaderadas y dulces en el postgusto (enebro, clavo...), pero en conjunto, equilibrado.

Es una garnacha trabajada. Seguirá así. Lo que no se es si la última botella que me queda acabará por confirmarme que añadas anteriores, como la 2005, fueron mejores.

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