Tranquilidad Garantizada.

Camino hacia el norte y tras casi 1.000Km de coche tocaba programar un descanso. Como no me gustan las grandes ciudades busqué por internet en un pueblecito al sudeste de París una granja en lo que podríamos llamar la Francia profunda, vamos, en medio de ninguna parte y alejado de todas partes, pero con tranquilidad garantizada.

El hotelito tenía todas las comodidades necesarias para pasar una noche confortable, limpio, con una buena cama, buena calefacción necesaria en estos parajes y más por estas fechas, desayuno casero, y una propietaria agradable y servicial que se empeñaba a hablarme en francés aunque no la entendiera. ¿Será porque yo le iba diciendo “oui madame” a todo lo que me decía? Jajaja

Curiosamente una de las cosas que si le entendí, fue que todos los clientes alojados esa noche en ese hotel (perdido en ninguna parte de la Francia profunda), éramos españoles, y efectivamente vi en el aparcamiento dos “fragonetas” con matrícula española que pertenecían a una empresa que se dedica al mantenimiento de esos ventiladores gigantes que últimamente “adornan” los paisajes de la vieja Europa.

Una buena opción lejos del mundanal ruido.

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