En primer lugar agradecer a Josep el que nos pusiera una mesa para dos. No pensaba que iba a tener tiempo para ir a cenar al Celler hasta que me pude organizar el día anterior. Hizo un esfuerzo y allí apareció un hueco en un comedor lleno.
Servicio de sala, tan joven como profesional y la comida, espectacular como había imaginado. Merece la tercera estrella y lo digo comparándolo con los otros tres restaurantes de esta categoría en los que he estado.
Especial atención a los vinos. Me quedé en los blancos y dentro de estos con un Hoffman Hermannshole del 2005.
Una visita guiada a la bodega en la que Josep ha creado arte y poesía a partir de los vinos, cerró una velada perfecta
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