Con ese acertijo para el nombre del local te encuentras al principio de la playa de la Patacona justo cuando acaba Valencia y empieza Alboraia. Es mucha la competencia que hay en la zona aprovechando antiguas casas reconvertidas a locales de restauración con el efecto llamada de una larga y ancha playa a pie de restaurante.

El local es tipo tubo pero de buena anchura y extraordinaria largura hasta llegar a la calle trasera dejando diferentes espacios desde la llamada terraza con las mesas junto a unas pequeñas dunas naturales y a la sombra de palmeras; otro espacio llamado porche con cubierta fija y es la real entrada del local; el propio local interior de decoración algo marinera con calidez y comodidad donde se encuentra la barra de servicio y algunas banquetas altas; a continuación está el jardín un espacio bien decorado con plantas y algún loro en jaula y que trndrá predicamento en las noches de buen tiempo; por último el espacio llamado mirador que creo que corresponde al piso superior y está dedicado a eventos. Nosotros pedimos el porche para tener contacto visual con la playa pero asegurarnos sombra completa.

Aquí las mesas de madera son de tamaño más bien pequeño con poca separación porque se llena con y sin reservas; el mantel es individual, sillas aceptablemente cómodas, vasos y cubiertos correctos, vajillas y copas de vino mejor. El servicio numeroso, joven con horas de gimnasio, dominando idiomas, con pinganillo pero eficaz, cercano sin excesos, apretando algo en las recomendaciones más la información por QR llevada por los camareros. 

La carta de vinos es suficientemente amplia, incluso algunos por copas; el tipo de carta se aleja de los clasicismos de RR (Rioja y Ribera solo). El servicio de vino fue descorche, cata y primer servicio más paso al enfriador para autoservicio en el resto de la comida. Una botella grande de agua sin gas y un Bestué 2023 blanco de gewürztraminer del Somontano a petición popular que cumplió expectativas básicas.

La carta de comidas es bastante amplia especialmente en el apartado de entrantes a compartir para picoteo pero también en los arroces y fideuá que tienen bastante recomendación en RRSS. Somos dos para comer y tenemos decidido compartir platos al centro y elegimos, tras dos errores no avisados de faltas de la carta:

. pan con tomate rallado y alioli: sorprende un excelente pan casi brioche recien horneado y que piensas que no acabarás por su tamaño pero que resulta que cas pides otro.

. zamburiñas con foie: un par de piezas y una combinación que complementa textura y sabor. Arriesgada pero me gustó.

. tellinas: una buena ración de tellinas de tamaño pequeño (¿ya no existen las medianas ni grandes?), sin excesos de plancha y bien aliñadas con aceite limón y perejil. Notable alto.

. chipirones encebollados: un buen guiso de un producto bien preparado. Notable alto.

. puntillas rebozadas: clásica fritura en el Mediterráneo, buena ración, producto de tamaño pequeño pero no excesivamente pequeño, perfectamente hecha la fritura. Seguimos mismo nivel.

. ensaladilla rusa con huevo: su versión de la ensaladilla rusa con el añadido de gambas y unos grisines; está coronada por sucedáneo de caviar y por un huevo frito que al romperlo hace de mezclador de todo el plato. Vale, aceptamos el planteamiento diferente.

. torrija de horchata: tipo pan de molde bien empapada con helado para contrastar temperaturas. Cumplió sin más.

Un correcto café final porque no hay cremaet y una ligera sobremesa más un paseíto por las dunas hacia la arena auguran que, o lo hacen muy mal o están condenados al éxito; aunque la verdad es que hay mucha competencia cercana que les obliga a ponerse las pilas y justifica la persona que hace de gancho en la entrada.