Rojo rubí, ribetes rojizos, capa media-alta.
En nariz es intenso y brutalmente complejo. Un curso de cata en sí mismo. Comienza tímido, con ciertas reducciones, pero poco a poco va mostrando una paleta sencillamente bestial. Todavía encontramos una fruta muy madura, con toques animales (muy típicos de los Ygay viejos), cueros, maderas nobles, cedro, caja de puros, humedades, bosque umbrío, especias, nuez moscada, clavo, hierbas aromáticas, incluso trazas minerales de grafito. Cambiante, misteriosa, camaleónica, algo increíble.
En boca es un vino apabullante, uno de lo que más me han impresionado en mi corta vida de catador. La acidez es brutal, parece un vino de dos años, joven, salvaje, lleno de sabor, de fuerza, con un final eterno que deja notas de frutas maduras, especias y maderas nobles. Tanino presente, que se mastica, pero noble y perfectamente integrado. Da la sensación de ser un vino joven, al que le faltan todavía varios decenios para estar en perfecto estado, es algo de verdad alucinante. Hace salivar tras su paso. Deja un recuerdo imborrable.
Ygay 1959 es un vino que me ha dejado huella, que no olvidaré nunca, no sé si volveré a catarlo alguna vez pero desde luego que ahí quedará en la cabeza para siempre. ¡Qué fuerza! ¡Qué elegancia! ¡Qué equilibrio! Indudablemente el mejor vino de Rioja que he catado hasta el momento y uno de los vinos más grandes con los que me he cruzado, una leyenda que nos superará y que podrán seguir probando generaciones venideras, porque este vino es patrimonio vinícola de la humanidad. Si algún día lo ven, no lo dejen escapar.