Visitamos el Celler del Tossal, un restaurante de referencia en los últimos años, tras haberse producido cambio en la regencia del local.
Javier y Mariachiara dirigen el Celler con Marco en los arroces y Jorge en la Sala. La presencia de Jorge, que ya estuvo durante mucho tiempo en otros periodos en el local se nota, está como en su casa y se maneja por la sala con soltura. Los pocos cambios apreciados en decoración y el ambiente general daban la impresión de que estuviéramos en el mismo Celler de siempre. El local a mi me gusta, me transmite paz, amplitud y comodidad para disfrutar de una buena comida, por ello me alegré de que no hubiera grandes modificaciones.
Evidentemente todas esas sensaciones hacen que esperes que aparezca a recibirte con un buen vino en la mano (siempre a ciegas) Luca, el anterior dirigente de este local y una de las personas que más admiro por su pasión y conocimiento del vino.
Los vinos los aportamos los cinco comensales, excepto el champagne final, un buen Cazals Rosé por lo que la valoración del vino, sin conocer la carta, hace referencia a la apertura, servicio y cuidado de detalles al respecto, copas, cubiteras, etc.
Respecto a la comida optamos por el menú del día que parecía suficientemente atractivo. Empezamos con dos aperitivos, una ternera cuya elaboración no recuerdo y un interesante raviolo de cocido pleno de sabor que condensaba las esencias de un buen cocido en un pequeño y grato bocado.
El primer entrante, caballa semicurada con escarola a la brasa y lechuga de mar frita muy bueno, la caballa semicurada acabada a la flama con sabores a la brasa y un toque de fondo de mar ácido resulto un conjunto muy atractivo y lleno de contrastes.
El segundo entrante, huevo a baja temperatura con apionabo y huevas de trucha. Un plato en el que el protagonista absoluto era el huevo, pleno de sabor y matices, bien acompañado con el sabor del apionabo y un ligero toque crujiente de las huevas. Me gustó especialmente este plato porque últimamente al huevo a baja temperatura se le echan tantas cosas que no distingo esos matices de la cocción.
Pasamos a disfrutar de los arroces, una pequeña degustación de arroz meloso marinero y arroz meloso de secreto ibérico, ajos tiernos y bachoqueta. Los he unido porque cada uno, dentro de su diferencia lógica de sabores, mostró el mismo nivel, es decir, buen punto del arroz y sobre todo un trabajo en los fondos que se reflejaba en cada bocado. Ricos arroces.
En los postres nos dejamos cuidar por las recomendaciones de Maricachiara. Parece que la repostería es su especialidad y disfrutamos de dos postres completos y una pequeña degustación de un tercero. El primero crema pastelera, higos y cremizola nos encantó lo sabrosa que puede ser una crema pastelera por si sola o con un acompañamiento que incluía además de los higos, mascarpone y gorgonzola dolce, como en este caso. Seguimos con una rica Quenelle de chocolate y pistacho acompañada de helado de tomate y terminamos con una pequeña degustación de la tartelleta y petit fours, original y buen colofón a la comida.
Buen pan y café como siempre, servicio excelente y trato cercano, familiar.
Gracias a todo el equipo y espero que esta primera impresión se confirme y podamos seguir disfrutando de un restaurante de referencia.
Como no hice fotografía de los platos pondré, al menos, la de los vinos.