Un concepto diferente de la Comida de Navidad

Animado por mis magníficas experiencias anteriores en esta casa, y tras la mención recibida por la guía Repsol, me permití sugerir la comida siguiente a la Nochebuena en algún sitio diferente al del tradicional caldo con pelotas murciano, y creo que el acierto no pudo ser más pleno, ya que aunque se trataba de un menú cerrado (aunque el maître nos permitía alguna "licencia" sobre la oferta prefijada) el resultado no ha desmerecido las anteriores ocasiones, donde la carta siempre da más posibilidades de calibrar las potencialidades de un restaurante. Porque cabe suponer que al ofrecer un menú se combina la sabiduría de los "platos seguros" y que no defraudan con la necesidad de ajustar un precio.
Nos dieron un "aperitivo de bienvenida" que consistía en un recnfortante tapón de caldo de ave (ayer hacía frío para lo que se destila por estas latitudes, y además llovía), al que se le había añadido una pequeña "pelota" típica murciana ensartada en una varilla a modo de pincho. Una bienvenida sencillamente espectacular a pesar de su sencillez, pero para no olvidar que estábamos en Navidad.
Rápidamente llegaron a la mesa dos platos de jamón ibérico con regañás, jamón que estaba magníficamente cortado y de sabor "para ponerle un piso". Tan es así que pregunté por su pedigrí y me dijeron quese trataba de un Guijuelo, de Bernardo Hernández, que ha sido premiado con el título de "mejor jamón ibérico del mundo" (sic) en la Feria IFFA 2013 de Franckfurt. De los mejores que probé en mi vida, lo puedo asegurar sin empacho. A este manjar le siguieron tres croquetas especiales de la casa (boletus, gamba y chipirón con su tinta) y un foie a la sal y queso de cabra, que llevaban algún sustento más para redondearlos (lágrimas de mermelada para el foie sobre una salsa de brandy, por ejemplo) platos ambos de una gran altura y delicadeza.
Como plato fuerte las alternativas "oficiales" eran una caldereta de pescado (en la que destacaba un taco de mújol) o un arroz caldero con merluza de pincho (también un buen trozo del pez). Para no perderme nada pregunté si era posible probar ambos y así fue. No sabrí por cuál decantarme, ya que estoy más familiarizado con el caldero, pero los dos platos estaban plenos de sabor, en su punto de sal, la caldereta con judiones de buen tamaño (sin llegar a los del Barco) y el arroz al dente pero meloso. De diez ambos segundos.
El capítulo postres lo abrió un plato de higos chumbos (muy de Navidad en esta tierra de María Santísima) para continuar con el capítulo dulce consistente en una selección que llevaba buñuelos de crema, rocas de chocolate y dulces de Navidad -turrones de fabricación propia y rollos de anís- todo al mismo nivel de sobresaliente que los platos precedentes.
Para el capítulo bebidas, dado que el restaurante estaba a rebosar, habiendo habilitado el piso alto de coctelería para la comida, el servicio de sala dispuso unas mesas auxiliares con recipientes con hielo para enfriar como Dios manda las cervezas, el vino blanco y el cava, y el resultado fue espléndido. Se inició la comida con un Protos verdejo 2012, Rueda, redondo, seco, con buena acidez y el final amargo de los verdejos. Como dice la Guía Peñín "equilibrado". El capítulo del vino tinto lo ocupó un Señorío de Villarrica 2010, Rioja, un vino con taninos dulces pero potente a la vez y también, para mi gusto, equilibrado. Me parecieron ambas unas magnfícas elecciones de vinos, de gama media de precio, pero muy bien pensados para maridarlos con los platos que llegaban a la mesa. Antes de un magnífico gin tonic (incluido en el menú) los postres se acompañaban de un cava que me sorprendió, el Mestres Coquet (con esta elección se demuestra el conocimiento del sommelier del restaurante) ya que aun tratándose de un producto más del Penedés, con el coupage tradicional de la Macabeo, Xarel-lo y Parellada, en boca tiene un aroma muy peculiar y un carbónico tan fino que recuerda al champán. Yo que no soy muy de esta bebida (salvo si empiezo la comida con ella y la mantengo hasta el final) he hecho un descubrimiento.
Ya he hablado en otro momento de los cafés de esta casa, y ovidarlos ahora sería no hacer justicia. Hora y media para recordar a los ausentes y disfrutar de los presentes (en los dos sentidos de la palabra). Fuera seguía lloviendo. ¿Qué cuánto costaba este festín? 40 euros de vellón por persona. ¿Alguien da más? Trapatroles, tienes que volver, yo creo que no tuviste suerte. Anímate, hombre.

  1. #1

    Francescf

    Con todos mis respetos, poner ese cava Brut Nature Reserva para los postres -"...higos chumbos (muy de Navidad en esta tierra de María Santísima) para continuar con el capítulo dulce consistente en una selección que llevaba buñuelos de crema, rocas de chocolate y dulces de Navidad -turrones de fabricación propia y rollos de anís-..."- demuestra tener poco conocimiento y peor gusto, ya que la acidez de ese cava se da de patadas con los dulces que mencionas. A ver si se entera la gente, sumilleres incluidos, que el cava brut nature no es para los postres. Para los postres están los cavas dulces, como el de Gramona o el de Freixenet, del que se hizo una cata virtual no hace mucho en verema :-/

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