Restaurante Dos Estaciones en Valencia
Restaurante Dos Estaciones
País:
España
Provincia:
Localidad:
Cód. Postal:
Tipo de cocina:

Añadir vino por copa

Precio desde:
36,00 €
(precio más bajo introducido por un usuario)
Cierra:
Domingos y Lunes
Nota de cata PRECIO MEDIO:
51 €
Nota de cata VALORACIÓN MEDIA:
7.2
Servicio del vino SERVICIO DEL VINO
7.2
Comida COMIDA
7.9
Precio medio entorno ENTORNO
6.4
RCP CALIDAD-PRECIO
7.0
Pera y chocolate
Aguacate con chocolate blanco y sésamo tostado
Cordero con lechuga encurtida
Jurel, patatas y pimiento verde en salmorra
Fabas con papada y sardina
Mollejas, sepia y repollo
Quisquillas
Papa arrugá con mojo
Anchoa, patatas, aceitunas y vermut
Sepia, Repollo y Mollejas Ternera
Tarta de Manzana y Hojaldre
Fabes de Lourenza con sardina Ibérica
Opiniones de Dos Estaciones
OPINIONES
8

Desde que leí las primeras valoraciones sobre el restaurante en este mismo portal, el lugar me resultó especialmente atrayente y vivía con esa sensación de saber que, más pronto o más tarde, era uno de los que iba a caer. Ilustres veremeros ya habían dejado aquí escritas sus críticas personales y todas apuntaban alto. Además Alberto Alonso, uno de los cocineros de la casa, ofrece máximas garantías como tal ya que ha pasado gran parte de su carrera profesional a la vera de Ricard Camarena desde sus inicios en el restaurante Arrop en Gandía hasta su consagración como cocinero y emprendedor de éxito en la ciudad de Valencia.

El local se sitúa en el barrio de Russafa, zona de ocio en pleno auge que rebosa ambiente y alegría el viernes por la tarde. Empieza el fin de semana y, como el frío no aprieta, las terrazas se llenan de gente que sale a tomar cervezas y algún que otro vino. Dos Estaciones se aparta un tanto del bullicio y ofrece un ambiente bastante más relajado. El establecimiento tiene una única estancia de planta rectangular en la que conviven la barra tras la que se cocinan los platos y las mesas, unas siete u ocho, en las que se puede llegar a dar servicio a no más de treinta comensales.

El techo, de estilo industrial, contrasta con las paredes de ladrillo antiguo que se han pintado completamente de blanco para dar sensación de amplitud y luminosidad. Las mesas y sillas tienen un aire informal y no resultan excesivamente cómodas. Aun así, están vestidas con mantel blanco. Vajilla, cubertería y demás muy funcionales, bonitas y sin ningún alarde de ostentosidad ni diseño futurista.

La carta muestra unas quince referencias entre entrantes, principales y postres. Se ofrecen, además, dos menús: uno de seis pases a 35 € y otro, que es el que elegimos, de 48 € con diez pases (dos aperitivos, cuatro entrantes, pescado, carne y dos postres).

- Brandada de bacalao con trufa y naranja: Se presenta en forma de espuma muy liviana tanto en cuanto a su textura como en su carga sápida que nos resulta bastante contenida. La trufa se percibe mucho más olfativamente que en el paladar. Refrescantes los toques ácidos que aportan unos pequeños daditos de naranja sumergidos en la espuma.

- Ensalada de remolacha, mejillones y hueva de mújol: La personalidad arrolladora del tubérculo se lleva por delante los sabores de los demás ingredientes. Acertados los toques avinagrados que se le dan al conjunto alcanzando éste un punto de acidez elevado pero agradable.

- Ceviche de boquerones con granada picante: Desde que demos la primera cucgarada lo que nos resulta realmente cautivador es el fondo del plato: esa leche de tigre o vinagreta en la que se han macerado los boquerones que, a pesar de ser el elemento principal en el enunciado y en la presentación del plato, quedan en un segundo plano ante la excepcionalidad de la salsa. Perfecta, digna de mención.

- Setas de temporada con ajo blanco, perifollo y piñones: las setas han sido cocinadas muy levemente, quizás al vapor. Llegan a la mesa prácticamente crudas con lo que conservan toda su tersura y firmeza. El ajo blanco muy sutil, quizás demasiado. Se echa en falta un poco más de punch, cosa que se agudiza por el punto de sal muy bajo del plato. Pedimos el salero y la cosa cambia. Mejor.

- Pulpo frito, cremoso de almendras y molo picón: Después de la ya alabada leche de tigre del ceviche, nos encontramos con el segundo momento magistral de la velada, nivel del que ya no bajaremos hasta prácticamente el final de la cena. El pulpo es excepcional por su grosor, su textura y su sabor. Pero, si la calidad del producto ya es altísima, añádanle unos protagonistas secundarios acertadísimos. Tanto esa crema de almendras verdes como el mojo acompañan sin restar un ápice de sabor al pulpo y aportándole matices muy interesantes. De vicio.

- Alcachofas, crema de cecina y cecina deshilachada: Otro gran plato, tanto por su concepción como por su ejecución. Ricos los corazones de la alcachofa cocinados muy probablemente también al vapor. Sabrosísima la crema o fondito de cecina y no menos sabrosas esas hebras o virutas de cecina que dan estructura y textura al conjunto. Plato reconfortante, de invierno, para tomar mucho más.

- Merluza con patata chafada y jugo de pimientos “en samorra”: el punto de cocción del pescado es impecable. Está cocinado al vapor y es ya ante el propio comensal cuando se vierte a su alrededor una sabrosísima sopa verde que se obtiene a partir del licuado de la “pebrera en samorra”. Se trata de una manera de encurtir ciertos vegetales como el pimiento verde, los tomates...  con agua salada y hojas del limonero. Es una tradición que cuenta con mucho arraigo entre las familias valencianas. Todos los elementos del plato encajan, característica común en la mayoría de elaboraciones del menú.

- Vaca de la sierra de la Demanda con patatas y dos mojos: nos sirven unas cuantas finas lonchas a cada uno de nosotros con un corte a modo de carpacho. Nuevamente sobresale el excelente trato al producto a la hora de cocinarlo (la carne está muy poco hecha) y la armonía con el resto de elementos.

- Zanahoria, jengibre y naranja: Postre fresco, ligero y, al mismo tiempo, contundente y repleto de personalidad y matices: dulces, ácidos, picantes... En esa línea de postres que tanto me gusta.

- Chocolate picante, mandarina y cacahuete: Aunque el enunciado del plato puede llevarnos a pensar que se trata de una elaboración más cargante que su predecesora, se sigue en la línea de ligereza y sutilidad del anterior postre. Lógicamente, esas motas de chocolate negro y el helado de crema de cacahuete resultan mucho más densos que los ingredientes del pase anterior, pero, aun así, no se pierde la frescura, cosa que se agradece enormemente tras los menús largos.

Para beber tomamos dos cañas, una botella de Albamar y otra de Tentenublo (DO Rioja). La carta de vinos apenas reúne unas veinticinco referencias entre generosos, espumosos, blancos y tintos, pero todas ellas resultan atrayentes por apartarse un tanto de las marcas que se imponen en el mercado. Servicio correcto que se limita al descorche y a dar a probar. Los precios son muy razonables.

Como conclusión sólo cabe decir que cenamos estupendamente y que mis expectativas se vieron sobradamente cumplidas. Parece ser que estamos ante otro claro ejemplo de cocinero que, a pesar de su juventud, decide bajarse ya del ritmo frenético y la parafernalia de la gastronomía Michelin para atender a una clientela menos exclusivo y despojando la experiencia en la mesa de todo lo que conlleva el afán por estar y permanecer en las páginas de la famosa guía. Mucha suerte.

Cualquier efeméride es buena para celebrar así que… rumbo al Dos Estaciones.

Su ambiente moderno con decoración de corte industrial, un punto frío a mi entender, cuadra con la atmósfera informal y desenfadada que se respira.

Elegimos el Menú Clásico (35 €) compuesto por un aperitivo, dos entrantes, carne, pescado y postre.

Se comienza con el Gazpacho con Helado de Apio. Textura espumosa, recuerdos dulzones, un ir y venir de sutiles picantes en el helado y redondeado todo por unas sencillas escamas de sal.

A continuación, el Ceviche de Boquerón y Granada Picante que mostraba de nuevo un fantástico equilibrio entre ácidos, tenues picantes y notas dulces aportadas por el boniato asado que se abría paso pidiendo protagonismo sin avasallamientos. Se completó esta primera fase con los Higos, Queso Cabra y Foie. Siempre me parece cuanto menos arriesgada la apuesta por este fruto en el plato. En este caso, su baja trascendencia sápida y su textura compleja pudieron deslucir el conjunto. No me identifiqué con este pase a pesar de que tanto el hígado como el queso intentaban dar juego.

El pescado era la Merluza, Patata y Jugo de Pimientos. Un señor platazo. Producto bien ejecutado a lo que se une un acompañamiento cavilado como la base de patata chafada y ese jugo de pimiento verde en salmuera que le da al conjunto un ritmo trepidante. Insignia.

De carne, el Cordero con Calabacín. Trocito de paletilla de chicha tierna y alto sabor que se acompañaba de calabacín asado y cebolletas. Pulcro por los cuatro costados sí, un punto falto de pegada también.

Acabamos con la Naranja, Jengibre y Zanahoria de pulso fundamentalmente refrescante y tonos ácidos, muy en sintonía con mis gustos en este aspecto.

Muy rico el pan que veo no sobrecarga la cuenta final. Se agradece haya sido, o no, repercutido en el menú.

Bebimos, aparte de una cerveza y una manzanilla inicial, una botella de Ferret Guasch BN 2013 D.O. Cava (23.50 €) que acompañó perfectamente. Buenas copas, descorche, prueba y cubitera en mesa al alcance de la mano, lo cual siempre calma mi trastorno de ansiedad por alejamiento de botella y me hace sentir más cómodo. También una de agua.

Un buen café para terminar.

Servicio agradable e impecable.

No hace falta escarbar mucho en el currículo de los cocineros pues resultan evidentes las manos experimentadas que ahí hay. Quizá eché en falta un punto de evolución o alguna apuesta más escorada, aún reconociendo, como siempre, que este aspecto debe ser difícil plasmarlo y compatibilizarlo con el deber del subsistir diario y un perfil de cliente normal. Cabe animarles a echar más madera a la caldera de la locomotora para que nos siga llevando a estaciones nuevas. Potencial hay de sobra.

Tiene todas las hechuras de un modesto gastrobar ruzafeño por fuera y por dentro, pero esa cocina… Esa cocina creativa de producto, de temporada, no se dejen engañar, no es de gastrobar, es de pedazo restaurante.

Un puñado de referencias tiene en carta, no más, a cual mejor oiga. Siete u ocho entrantes, cuatro principales y cuatro postres. Pan elaborado por ellos a diario.

Para el recuerdo dos platos:

“Sepia, molleja de ternera y repollo asado”, con el pimentón chisporroteando entre los tres elementos que descansaban sobre una pomada de tinta con algo más que no supimos adivinar.

“Merluza con patata chafada y jugo de pimientos en samorra”, con una apiparrada acidez que envolvía la cremosa patata y hacía levitar la jugosa merluza.

Y no anduvieron a la zaga ni la audaz "Coca de lengua de ternera y acelgas", ni las soberbias "Alcachofas, jugo emulsionado de lacón y yogurt de piñones".

Para beber, Gramona Imperial Gran Reserva 2012, bien puesto.

El servicio encantador: Informal, cercano y muy profesional.

Qué placer me produce descubrir estas joyitas, estas nuevas propuestas en las que se palpa, se siente, que la ilusión está presente. Pero es que además cuando se come como aquí... ¡Ufff! Qué frecura. Darán que hablar, mucho. Mucho.

Montones de quilates en cocina, hay manos. Manos que consiguen que flipes con la sencillez. Algo muy difícil y al alcance de muy pocos.

Repetiré, pero muy pronto además.

Aúpa Alberto!!! Aúpa Burgos!!!

Sin cambios apreciables en el local. Luchando contra un servicio de luz que va y viene y que complica la estancia para comer.
Menú cerrado (incluyendo bebida) para seis con el fin de solventar problemas de alergias a gluten y lactosa y co n grave retraso en la llegada de comensales que se compensó con un ágil y rápido servicio favorecido por la poca afluencia de clientes.
Unas cervezas de inicio, mas coca cola y agua y arrancamos sin tiempo (ni necesidad) de ver cambios en carta de comidas y vinos.

El menú servido de forma individual y con buenos emplatados:
. boqueron en vinagre (que hace de base), patatas fritas y reducción de vermut rojo: una entrada con vinagre muy liegro y vermut siempre es una buena preparación para comer.
. codium con helado de albahaca: un helado en los inicios de una comida parece chocar pero se agradece con el cslor presente.
Acompaña un cava bien seco: Ferrer Guasch
. ensalada de pulpo aceituna calamata y melocotón encurtido. Sorpresa con ese encurtido de melocotón, pero muy bien en el conjunto de sabores.
Seguimos con el cava.
. anguila ahumada, algo más que no recuerdo y yuzú que aporta ese sabor cítrico ligero; muy buena la textura y punto de ahumado de la anguila.
Seguimos con el cava y es una pena no aportar otra opción.
. verdina (presentadas en mesa como ¿haba?) una buena alubia cosechada en verde peor ya con buen sabor, con escabeche de pato, mejillones y algas. Un mar y montaña complejo pero con gran resultado.
Acompaña un txacoli con acidez muy ajustada y mayor complejidad de lo esperado: Uno cosdecha 2014 de Bat Gara.
. merluza al pilpil de patata. con jugo de pollo al ajillo. Un buen lomo de merluza, perfecta de sal y cocción y potenciado su sabor por ese caldo de pollo.
Repetimos txacolí.
. vaca gallega, tartar de calabacín a la brasa y torreznos de la propia grasa de la carne. Buena carne, perfecta de punto y sellado, caliente con unos torreznos casi crujientes. Plato espléndido.
Acompaña un tinto de Jean Leon reserva cabernet sauvignon servido algo frio.
. chocolate negro, remolacha y yogurt; e rpimero en forma de tierra, el segundo como sorbete. Postre ligero sin empalagar.
Acompaña de un dulce de moscatel 2015 Floralis
. hojaldre de manzana y crema de vainilla. Dificil de comer por su fragilidad; muy ligera la crema.
Rematamos el dulce que quedaba en la copa.
. unos buenos cafés finales con demasiado ruido de fondo por el trasiego de platos. Inconvenientes de una cocina integrada en el comedor. Esta vez y pese al inconveniente del servicio de luz al local no hubo sensaciones de olores ni humos de cocina.

Un local que va creciendo en su cocina aportando más fondos y estructura en los platos sin perder frescura e innovación.
A recomendar.

Nuevo local con buenos cocineros y en Ruzafa, parece que no puede quedarse sin triunfar.
Pequeño local en tamaño, con pocas mesas (6-7) que no llegaron a llenarse, y mucha gente en sala (2) y en cocina (3) para tan pocas mesas. Los clientes ganan en prontitud. Cocina a la vista y algunos olores inevitables en la sala.
Carta de comidas reducida con menús como base fundamental, algunos platos van también en comandas a la carta y deben variar en el tamaño de las raciones porque el menú es barato y no es la suma (de precios) de las propuestas de la carta.
Carta de vinos corta pero tan actual que es fácil que haya gente que conozca uno o ninguno. Muy interesante.

Empezamos con alguna cerveza y alguna agua con gas y un fino Ynocente. Luego seguimos con Preludio de Sei Solo 2012 un buen Ribera de 15º pero muy amable, luego Finca San Blas 2011, un bobal interesante.
El servicio de vino, en buenas copas y bien de temperatura se limitó a dar a catar. El servicio de comida demasiado corto de explicaciones de platos para la creatividad de los mismos.

Aperitivos de la casa: aceitunas (cortadas en lonchas) y frutos secos en una bonita preparación con un boqueron. Un par de aguas de litro Sacalm y un pan artesano muy interesante loncheado.

Entrantes al centro dos platos para 6 comensales en cena:
. lacon de ibérico de bellota: muy bueno de sabor, fino corte.
. sepia, repollo asado y molleja de ternera: un mar y montaña bien elaborado, bueno de sabor, buen punto de cada elemento
. fabes con setas: de aspecto flojo pero muy bueno de sabor.

De principales:
. vaca gallega, patatas y mojo: un punto de carne perfecto, bien loncheado, bien sellado en el exterior y sangrante en el interior; un poco más de calor en la carne estaría perfecto; buena materia prima.

Para postres:
. chocolate, cacahuetes y mandarina amarga: mejor presentación que conjunto de sabores ya que no se acababan de integrar.
El plátano caramelizado, café y tamarindo, no acabó de gustar. El milhojas de manzana y crema de vainilla con estupenda presentación y buen sabor.
Para postre, un buen tinto dulce: Recóndita Armonía; con buena lágrima, capa alta, ajustado de dulzor.

Unos cafés al final y una ligera sobremesa para terminar la reunión.

Me gusta dejar rodar a los nuevos restaurantes, que los cocineros se sientan cómodos, que hagan todos los ajustes y conocer de verdad lo que se hace, no lo que se puede hacer. Unos meses de calentamiento suele ser una buena holgura para que todo funcione a la perfección.

Cuando me de que enteré que Patxi Alonso y Iago Castrillón habían abierto un nuevo local en Valencia tuve que pisarme la mano para no poder marcar el teléfono y pedir mesa. Pero al final el devenir me preparaba una visita obligada con el grupo de cata, y oye, tampoco me hice cruces, allá que fuimos.

El antiguo local de Casa Botella ha quedado simpático, informal, funcional y, sin emocionarme, me gusta la reforma que han hecho, con ese punto industrial y desenfadado aunque algo frío, habrá que calentar al personal con la cocina y el servicio.

Hay que mencionar en este punto un problema de extracción que se acentúa con ciertos platos que requieren de paso por plancha, llegando demasiado los olores a la mesa, gajes de las cocinas abiertas.

Vamos al menú (de 37€) por el que optó el organizador de la cata.

Me encantó el punto canalla (no ser mal pensado) del primer entrante, el aperitivo por antonomasia: anchoa, papas, aceitunas y vermut. No sólo me parece un entrante divertido, sino que está muy conseguido, muy rico, con esa anchoa, las papas en una suerte de tierra, las aceitunas y el vermut en una especie de gel que cierra el círculo.

Continuamos con una papa arrugá con mojo picón, una pequeña patata que consigue llevarte a esos sabores isleños.

Las quisquillas aquí son un espectáculo. Por un lado se sacan las cabezas fritas para comer por un lado y luego se comen los cuerpos, melosos, casi crudos, en su propio jugo y una espuma con un poco de cilantro. Un sabor muy rico, un juego de verduras y pescado perfecto. Un plato de 10.

Otro de los platos de la noche, un mar y montaña de vértigo: molleja de ternera, sepia y repollo, con un polvo ligeramente picante de chile. Lo tiene todo: texturas, sabores encontrados pero equilibrados, de nuevo el juego con las verduras y los fondos... Otro plato imperdible.

Fabes con papada ibérica y sardinas
otro plato en los que se jueag con ese mar y montaña, aunque la papada relegada a darle sabor al caldo del fondo, el juego lo hacen las fabas (en Lourenzá, de donde son, se les llamas fabas y no fabes) con el pescado.

Jurel con patata y salsa de pimiento en salmorra, este me dejo algo más frío, muy buena la salsa pero hubiera metido otro pescado más sabroso. Correcto.

Cordero con lechuga encurtida, de nuevo un plato correcto, muy rico el cordero pero no a la altura de los entrantes. Lo que más me gustó esa lechuga encurtida en aceite de anchoas.

Pasamos a los postres, dos para este menú degustación: aguacate con chocolate blanco y sésamo, para mi gusto falta algo de equilibrio, muy dulce, muy graso... ¿Algún cítrico, tal vez? ¿Seré yo que no soy muy de dulces y necesito frescura? El segundo, pera con chocolate es más ligero, mas acertado para mi gusto.

Tengo más que claro que esta cocina mejorará y mucho, se nota el fondo, se nota que aquí hay mucha, mucha miga, mucho fondo, muchas horas en la cocina y mucho dominio de producto. Los entrantes me encantaron, me parecieron todos dignos de restaurante de primer nivel, los "principales" algo más flojos, pero tengo claro que es falta de rodaje, de horas de pruebas, de ensayos y error. Hay que estar muy encima de este restaurante porque sin duda va a dar mucho que hablar.

La carta de vinos me pareció interesante, sencilla pero con referencias que permiten el disfrute con esta cocina. La encargada de sala la conoce a la perfección, por lo que es recomendable dejarse llevar. Buenas copas y buen servicio, esmerado y atento en todo momento. Se agradece además la cercanía a la cocina y a los cocineros, que salen y da gusto hablar con ellos.

Cena un jueves lluvioso , dado que en el nuevo restaurante de Camarena no había mesa , pues nos decidimos por este sitio. Es complicado opinar cuando tantas sensaciones se juntan en la mesa.
Lo primero , todas las mesas son de 4 personas , no se porque , dado que todos los que estábamos en el local , es decir 8 personas , íbamos en pareja ... Nadie a pensado en esto.
Lo segundo , una simpática chica nos pone un triste servilleta de papel con pinzas de acero .... Ridículo.
Lo tercero , nos ponen pan y nos dicen que lo hacen todos los días .... Jajaja ... Solo faltaba que nos dieran pan de ayer ... No lo entiendo .... Pero no me refiero al comentario , sino lo mas triste ... Para que pones un pan estupendo si los platos que sirves no van con pan , y peor aun , si pones pan ¿porque no pones aceite ? ... Es un cúmulo de incoherencias y todo esto antes de empezar con la comida.
Comenzamos , menú degustación .... Aquí es donde empieza el riesgo ... Un menú donde los caldos , el cilantro y la falta de coherencia en alguno de los postres no me acaban de convencer. Hay mucho que hacer en cocina , lo de la creación y la fusión de sabores mestizos con los caldos de la abuela no acaban de encajar.
Espero que mejoren rápido.
En cuanto a la carta de vinos , consideró que apostar por pequeñas bodegas nacionales es interesante , pero se queda corta.
En cuanto al servicio de sala , todo correcto , los platos llegan a buen ritmo , algún defecto a la hora de servir el vino dado que no te dejan la botella en mesa y hay veces que los despistes provocan que tengas que beber de la copa de tu gatita , porque tu copa está tristemente vacía y nadie se ha dado cuenta.
Es duro hacer una crítica cuando notas que el personal se desvive por agradar y le pone ganas , pero creo que no sería coherente con mi forma de ser ... Prometo que volveré a este restaurante , y espero que las cosas mejoren , pero de momento están en cuarentena.

Día 1 de septiembre... Día 1 del Restaurante 2 Estaciones de Alberto Alonso y Iago Castrillón, respectivamente ex-jefe de Cocina de Ricard Camarena y Iago Cocinero revelación Madrid Fusión...

Menú de 36 Euros
Aperitivo, 3 entrantes, pescado, carne y postre...

Muy bueno el aperitivo... Boquerón, Vermout rojo y patatas fritas
Divertida la sopa picante de quisquillas...
Espectacular la sepia repollo y molleja de ternera
Maravillosas las Fabes de Lourenzá con sardina ibérica
Y muy bueno el postre de Manzana y Hojaldre...

Carta de vinos corta pero interesante... Buen servicio del vino.. con envinado de copas (Estas pueden mejorar un poquito)

El servicio muy amable... (les falta rodaje)...

El Local.. por debajo de la cocina que proponen Iago y Alberto

El precio es el del menú... que incluye pan casero (No están incluidos los vinos )

  • Sepia, Repollo y Mollejas Ternera

    Sepia, Repollo y Mollejas Ternera

  • Tarta de Manzana y Hojaldre

    Tarta de Manzana y Hojaldre

  • Fabes de Lourenza con sardina Ibérica

    Fabes de Lourenza con sardina Ibérica

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