Local clásico en Valencia, y quizás con poca evolución de planteamientos. Mesas bien preparadas, suficiente separación, buena cuberteria, copas, cambio de platos, salvamanteles con un vinilo (LP) de música clásica, como la que suena para dar ambiente. Falta hacía pues eramos la única mesa.
Vamos llegando el grupo de perjudicados por el Noma con una nueva daga clavada en la espalda: de nuevo el número uno del mundo. Menos mal que nos vamos resarciendo con encuentros como el de hoy. Unos cervezas, otros agua, tras intento de coca-cola (pecado mortal aquí) y los más atrevidos un Yzaguirre que llegó blanco (no se preguntó color), bien servido y que incluso se repitió porque hubo quien llegó más tarde. Una sorpresa: la clarita se hizo con Casis y estaba interesante.
Carta de vinos corta y sencilla con precios al uso. Elegimos un cava de Raventos: Millesimé (no recuerdo año) que no quedaba y nos lo cambió diciendo que era solo cambio del nombre por un Raventos De la Finca, que nos conformamos y aceptamos pulpo como animal de compañía.
también alguna de agua hubo que añadir. El servicio del cava siempre bien llevado y servido en copas de vino, no sé si por no cambiarlas o por estar a la última; creo que se debe preguntar, aunque yo me hubiera quedado así.
Funciona con 3 menús, sin saber nada más allá que el número de platos a servir. El Confianza de 4 platos y postre, a 40€. El menú Gourmand con un plato más y 45€ y el Menú Joaquin Schmidt con 7 platos, quesos y postre a 60€. Queríamos este último pero nos dijo que con el intermedio teniamos bastante. La sensación, por la tardanza de los últimos servicios, es que estaba sólo en la sala y cocina pues ya teníamos el menú elegido.
Un aperitivo curioso: en una pajita en forma de jota una gelificación de vermut que hay que tomar junto a un pincho con aceitunas sin hueso.
Sin pausa (ni bebida) hay que pasar a una rotación de cucharitas ya presentes en la mesa: paseo de la Malva-Rosa con sabores de algas y frutas de la pasión: muy interesante contrastes con final predominante de la acidez de la fruta de la pasión.
Seguimos sedientos pero sin beber, para coger otra cucharita con pasas ahumadas y pomelo rosa.
Aun queda otra cucharita antes de beber y mirando con desespero al cava, al agua y hasta el florero que hubiese, cogemos la última que lleva plátano con algo de curry.
Ya imploramos algo de bebida porque además se han acabado las cucharitas, pero aún nos queda un vasito con dos pinchitos con sandía (¡¡algo que nos refresca, por fin!!), albahaca, tomate seco, ajo y comino.
Por fin cogemos la copa de lo que sea y algo líquido que poner en esta maraton continuada de sabores. Tras el reposo, la verdad es que ha sido interesante y sorprendente.
Un buen trago de cava, nos sirve para cambiar el tercio con un poco de paté de aceituna negra, un buen pan (repetible hasta decir basta) y un más que buen aceite, Lágrima de aceituna serrana de Viver (única, aunque muy buena opción).
Seguimos con un gazpacho de fresón con espuma de tomate, servido en una especie de taza de cristal, con una estética muy de chantilly, pero que tomado en conjunto estaba muy agradable. Ración correcta.
Continúa el menú con un atún troceado y macerado acopañado de alcachofa, habitas y confitura de pétalo de rosa y menta aliñado con pimienta rosa. Buena presencia y emplatado. Bien de sabor. Para repetir.
El siguiente fue una mezcla de mejillones, guisantes, alcachofa y jamon con una salsa de pill-pill horneada, que lo cubría todo y que no se explicó ni lo que había ni la salsa. Con una merluza cocida muy en su punto, para comerse piel y todo. La cobertura hace menos atractivo al plato. Optamos por no insistir en las preguntas ya que lo más correctos hubiera sido que después de dejarnos jugar a las adivinanzas, nos sacara de las dudas sin preguntar cada cosa.
De postre una mousse de "chocolate con cosas", Buena racion y muchos tropezones entre ellos minilacasitos y otras cosas que no nos dijeron. Para llenar y acabar con buen sabor de boca.
Unos cafés, cada uno diferente como buenos comensales españoles. No hubo opción de chupitos, repetir cafés ni nada similar, aunque sí hubo paciencia para acabar saliendo más de las 6 de la tarde, manteniendo una buena sonrisa y buen servicio.
Precio menú sin bebidas: 45€.
Tras algún escarceo inicial que parece que teníamos la culpa de que ese día abriera el local, desencuentros tales como que aquí no hay coca-cola, el color del vermut no se preguntó, el cava de carta que no hay y nos trae el que él considera y nos cambia la idea, nos quedamos sin opción de menú degustación y tras rezar que nadie se hubiera hecho alérgico a algo recientemente porque no sabíamos lo que íbamos a comer, ni se preguntó, etc.. pues tras superar todo eso, al final resultó una buena cocina y unos platos interesantes, con un buen servicio. Un poco más de salir con conocimientos aprendidos hubiera sido más interesante.
Compleja relación con el cliente.