La botella apuntaba maneras, con el nivel de vino sólo un centímetro y medio por debajo del corcho. Dejado en vertical 48 horas. Descorchado sobre las 10 de la mañana (sin éxito para variar, fue meter la segunda varilla y empezar a resbalar hacia abajo). Lo trasvasé inmediatamente a este decantador, que es el que más ralentiza el proceso de oxigenación de los que tengo. Presentaba un color rojo oscuro y un olor que auspiciaba un buen proceso.
Sobre las 12:30 hice una primera cata. El color había cambiado por completo. Había pasado hacia un rojo con tonalidades ocres que me asustaron. Olfativamente, poca fruta y mucha madera vieja, cuero, flores marchitas. En boca, todavía tenía un final un poco punzante pero presentaba una elegancia y señorío digno de su nombre.
A las 14:30 el color hacia ocre se mantenía y empezaba a presentar un olor alcohólico que nos asustó. Lo tapamos con el tapón de cristal del decantador y lo dejamos en la nevera de vinos.
En la cena a las 22 horas, fuimos a por él y nos dejó con la boca abierta. Había recuperado su color rojizo de fresa madura. Los olores a de cuero, madera vieja, etc se habían suavizado por completo e integrado completamente con la fruta madura. En boca era perfecto. Dócil, elegante, señorial... una maravilla en todos los sentidos, digna de los mejores y más grandes vinos.
La RCP, en mi caso, de matrícula de honor, ya que fue fruto del regalo de una colección de vinos viejunos.
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