En una casa de campo a las afueras del pueblo hay una parcela vallada y en su interior hay construidas un par de casas en los árboles, con troncos cortados que hacen de pilares y que dejan a la casa a una altura considerable.

Se accede por una escalera muy empinada, por su puesto de madera, a una trampilla que te permite subir hasta la pequeña terraza que da acceso a la vivienda; tienes una cuerda con polea que te permite recoger la cesta del desayuno a la mañana siguiente.

La casa toda de madera, muy bien decorada, se abre tras pasar la puerta y deja a la derecha dos literas y a la izquierda una mesa amplia para 4 personas con banco de madera, por supuesto, para sentarse; enfrente de la entrada y en un piso superior, tras pasar 3 escalones, por su puesto, de madera te hace llegar a la amplia cama de matrimonio, por supuesto de madera, bien vestida con una ventana trasera y dos mesitas, por supuesto de madera. Frente a la cama todo un ventanal, por supuesto de madera, te permite disfrutar del atardecer y amanecer y si tienes suerte algún animalillo salvaje (jabalíes o ciervos) pueden acercarse a la valla, aquí metálica, que te separa de la civilización y del riachuelo que corre cercano. Junto a ella una armario abierto y aislado por una cortinilla con un curioso colgador para la ropa.

Al fondo de la habitación tienes un buen baño y ducha de chorros aunque de estrecho paso más el resto de complementos.

El interior de la habitación muy bonita decoración y trasmite mucha calidez. ¿Tamaño? Es como un estudio pequeño o una buena habitación de hotel.

Hay otra casita entre árboles en la misma parcela que creo que solo para dos y por tanto algo más pequeña.

Dormir entre árboles es algo diferente y merece la pena, aunque no es barato.